mariah-carey-toda-angeles-reuters_claima20160805_0394_17Ahí afuera, sobre la vereda del boulevard principal de Las Vegas, hay por lo menos cinco Elvis, dos Michael Jackson y tres imitadores del actor de Qué pasó ayer, con sus barbas sucias y sus bebés de plástico colgando. Todos sobreviven a los 40 grados del desierto en el que se montó esta ciudad: se les derrite el maquillaje y se les hacen aureolas de sudor en las chaquetas mientras ofrecen foto por propina. Pero hay un Elvis, solo uno de todos ellos, que canta desde las tripas. Parece querer que lo valoren, ser alguien para alguno de los 42 millones de turistas que cada año pasan por la ciudad. Acá adentro del hotel Cesars Palace, en cambio, no hace calor ni frío, no es de día ni es de noche. El hotel, que imita al imperio romano, tiene un teatro, que imita al Coliseo. Y hace apenas un par de horas, Mariah Carey salió a escena en pose de vedette: peluca voluminosa, mirada desafiante, una pierna calculadamente flexionada, un tapado de plumas blancas con un metro de cola y un anillo de compromiso valuado en 8 millones de dólares. Entre el Elvis trucho y ella hay un abismo, y al mismo tiempo, un punto de conexión: Elvis necesita que lo quieran, Mariah, también.

La entrevista sólo durará siete minutos y está pautada para la medianoche, después del show. La razón es que Carey (45) no habla antes de cantar, sólo se comunica escribiendo papelitos o haciendo señas. Desde que debutó en 1990 y mostró lo que podía hacer con su voz (es famosa por su registro vocal de cinco octavas) logró que 18 de sus canciones fueran número uno en el ranking Billboard y por eso entró al Récord Guinness (sólo la superan Los Beatles, que llegaron a tener 20 temas número uno). Pero el show de recién va directo al estante de una nueva etapa: además del tour que la llevará por primera vez a la Argentina, hará 50 shows fijos en este mismo hotel, en un teatro que fue construido para Celine Dion y en el que también son artistas estables Elton John y Rod Stewart. Las Vegas -y muy especialmente este hotel que, con estatuas, fuentes y columnas romanas recrea un imperio extinguido- parece ser un cielo seguro para las estrellas que ya dejaron atrás sus picos de gloria.

Ahora Mariah Carey está sentada frente a Clarín. Tiene un escote que le llega literalmente hasta el ombligo, el busto apretado con cordones, minifalda de cuero, medias de red, piernas cruzadas: lo que acá consideran una sex symbol. Monroe y Moroccan, los gemelos de 5 años que tuvo a los 40 con un actor afroamericano, acaban de entrar corriendo. La nena, llamada así en homenaje a Marilyn, está disfrazada de princesa; el varón, conocido por sacarle la lengua a los paparazzi, le abraza las piernas, le dice I love you mommy, se lo llevan.

¿Es posible ser sex symbol y madre full time a la vez?

Deberías preguntarle a quienes se sienten así. Yo no me veo como una sex symbol. Yo me pongo estos tacos y ésto (se señala el escote) pero en casa estoy lidiando con dos chicos que hacen mil actividades. Ser una madre full time es un trabajo gigantesco. Yo admiro a las mujeres que lo hacen, y también a los padres solos.

El 28 de octubre cantará por primera vez en América Latina (ha llenado cinco estadios en China pero nunca había pisado un escenario latino), y en diciembre estrenará Mariah’s world, lo que ella llama “un documental” sobre la trastienda de sus tours y la prensa de Estados Unidos llama ‘reality’ porque incluirá las pruebas de vestido para su tercer casamiento (ésta vez será con un australiano billonario).

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¿Por qué mostrar el detrás de escena? ¿Necesitaste que te vieran como alguien más real?

(Suspira) Creo que yo siempre necesité ser validada porque tuve una infancia difícil. Realmente necesité ser querida, sentir que era importante para los demás. Y la música apareció como un don. No siempre estoy en mi mejor momento, pero cuando una canción llega a mí me siento muy agradecida. Creo que la música me salvó la vida muchas veces.

A ver. De chica, Mariah vivía con su familia en los suburbios de New York. Su padre era afroamericano y, por eso, sufrieron ataques racistas: envenenaron a su perro, les incendiaron el coche. Después de eso, en su casa sólo hubo peleas y, cuando ella tenía 3 años, sus padres se divorciaron. Mariah perdió contacto con su padre y se quedó con su madre, que era cantante de ópera y coach vocal, y en poco tiempo se convirtió en una de las solistas con más discos vendidos, después de Madonna (vendió 220 millones). Alison, su hermana mayor, se quedó con su papá y tuvo una vida trágica: cayó en la prostitución, a los 15 años tuvo al primero de sus 4 hijos, contrajo HIV, tiene problemas serios con la heroína, fue internada en un pabellón psiquiátrico y hace 5 meses envió un video a los medios en el que le suplicaba ayuda a su hermana: “Mariah, te quiero, necesito tu ayuda desesperadamente, por favor no me abandones”, le dice. Hace dos semanas, Alison fue detenida por prostituirse. Los representantes de Mariah dicen que ella siempre la ayudó.

Recién, sobre el escenario, Mariah Carey no era una solista quieta, como cuando la comparaban con Whitney Houston. El show de Las Vegas es teatro de revista: se cambia de vestuario al menos 5 veces y siempre vuelve a entrar con mallas cavadas hasta los huesos de la cadera y medias de nylon (de las ajustadas y brillosas). Alrededor tiene un cortejo de 8 bailarines: 8 susanos negros –en cuero, saco blanco y solapa con brillos– que la levantan de lado, la exhiben como una fiera en reposo, le llevan la cola del tapado. Sin embargo, cada tanto, ella parece necesitar acortar las distancias: lejos, cerca, lejos, cerca. Dos veces baja y camina por los pasillos del teatro pero siempre va escoltada por sus guardaespaldas.

Su público es un cuento aparte. Esta noche vinieron a verla señoras con vestido de gala, varones gay que la creen su diosa, parejas. Todos gritan de emoción contenidos en el espacio aéreo de sus butacas, ningún fan amenaza con amputarle un brazo cuando pasa. Sin embargo, uno de sus guardaespaldas –jugador de básquet, 2,11 metros– cuenta después que acá se toma mucho alcohol y que cada tanto alguno se le tira encima. Tiene sentido: hay casinos en todos los hoteles de Las Vegas y apenas uno se sienta en una tragamonedas aparece una moza beboteando y ofreciendo alcohol gratis para que los apostadores bajen la guardia.

Sobre el escenario hay desde autos descapotables hasta motos de agua. Y algo de esa utilería sacada de contexto es muy Las Vegas: acá hay un hotel que tiene una torre Eiffel de 165 metros de altura en la puerta, otro que tiene forma de pirámide y una esfinge egipcia de fachada, otro que tiene una estatua de la libertad erguida en el frente, otro que tiene una Venecia artificial en la vereda, con canales y gondolieri que pasean a los turistas. En el que canta Mariah no hay registro del paso de las horas: hay techos pintados de cielo y luces que imitan el sol de una mañana fresca.

Esta vez Carey no vino a estrenar un disco sino un show en el que canta sus 18 hits Billboard y cierra con un único tema nuevo. Tal vez por eso sobrevuela la idea de que ya no pretende hacer otro hit que rompa récords. Lo que ahora quiere es sobrevivir al tiempo. El tema se llama Infinity, habla de un amor que se creyó para siempre pero no fue, pero en la última línea dice esto: “Creo que la eternidad es más que el sueño hecho realidad”.

Hablás de la eternidad ¿Ahora te importa ser recordada?

Hago música desde los 2 años, por supuesto quiero ser recordada.

Afuera la noche de Las Vegas estalla. En algunas horas, cuando se haga de día, todo morirá y todo volverá a empezar.

«Yo misma pedí ir a la Argentina»

Mariah Carey nació en Huntington, Nueva York, y sólo habla inglés. Pero tiene algo, más allá de sus raíces lejanas, que el cerebro asocia con lo latino. Tal vez haya sido su primer matrimonio (con Tommy Mottola, entonces presidente de Columbia records, hoy marido de Thalía), o el romance posterior con Luis Miguel. Sin embargo, jamás había hecho un show en América Latina.

¿Por qué ahora?

Si no es ahora ¿cuándo? Tengo una conexión con América Latina, el papá de mi abuela era de Venezuela. He estado allí, pero nunca he hecho un show. No sé por qué no sucedió antes, tal vez pensaron que no era un buen mercado para mí. Pero estoy feliz de ir ahora, voy a ver a mis fans.

Mariah llama a sus fans de todo el mundo “lambs”, que significa “corderos” (también hay lambs en Argentina). Fue uno de sus productores quien explicó que el nombre viene de “Corderos de Dios”: dijo que Mariah valora la fuerza de sus fans y los llama así porque se supone que los corderos de Dios son quienes llevan adelante el trabajo de Dios.

Argentina no estaba incluida en el tour original. ¿Qué cambió?

(Se ríe). Yo misma pedí ir a la Argentina esta vez.

“Sweet sweet fantasy tour” arrancará el 28 de octubre en Geba (las entradas van desde los 800 hasta los 2.000 pesos). Al día siguiente irá a Santiago de Chile, después a Brasil y termina en México.

Entrevista hecha por Diario Clarín

Mariah Carey no se ve como una sex-symbol
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